El sacerdote Ángel Martín asegura que la mayor parte de los internos delinque por sus problemas con las drogas y solicita a la ciudadanía que apoye activamente la rehabilitación de los presos
MÁLAGA
Ángel Luis Martín Gómez es un hombre sencillo y afable. Su aspecto no delata que se trata del capellán de la prisión de Alhaurín de la Torre. Pero al escuchar sus reflexiones acerca de una realidad tan dura como la penitenciaria algo se enciende en el interlocutor. Aboga por que la sociedad civil se implique aún más en la reinserción de la población reclusa, apuesta por convertir a los penales en centros de diálogo interreligioso siguiendo la doctrina social del Concilio Vaticano II y solicita que el preso sea tratado como lo que es: una persona que ha sufrido un paréntesis en su vida normal. Aborda también el espinoso asunto de la droga y su tratamiento en un centro penitenciario. El 75% de los reclusos tiene problemas con diversas sustancias. Es ahí, en su opinión, donde debe hacerse el mayor esfuerzo. Es también sacerdote de las parroquias de Jesús Obrero y San Pío X, en el distrito de Palma-Palmilla.
-¿Qué intenta transmitir un sacerdote en prisión?-
Nosotros tratamos de evangelizar a esas personas que por el delito que hayan cometido están allí retenidas. Forman parte de una parroquia, de la sociedad, y nosotros les llevamos la buena noticia de que Dios está con ellos y que pueden corregir sus vidas.-
¿Es la figura del arrepentimiento algo habitual en el preso?-
Sí, yo creo que sí. Lo que ocurre es que hay un porcentaje muy alto de gente enganchada a la droga. Si no hay acompañamiento después de la prisión, pues todos esos esquemas se les rompen. Si no van a un centro, si no tienen una familia que les apoye, vuelven a recaer. No es como el que cae en otro delito, como por ejemplo transportar droga; ésos no vuelven a recaer. Normalmente no lo vuelven a hacer, aunque siempre están tentados de ello.-
¿Suelen rehabilitarse en prisión los adictos a la droga?-
Es muy difícil. Deberían derivar muchos más internos a los centros, porque el 75% u 80% de ellos están allí por tráfico y consumo. Entonces, eso es un problema. Incluso yendo a los centros vuelven a recaer.-Usted es capellán de la prisión desde hace casi una década.
¿Qué ha cambiado en la cárcel en ese periodo?-
Ha mejorado todo lo relativo a cursos, la atención que reciben los presos y la derivación a los centros. Lo que no cambia es la masificación. Ahora esta prisión está mucho más masificada que cuando yo llegué. En esta cárcel, que es de prevención y no de cumplimiento, eso se nota mucho más. La Costa del Sol genera muchos delitos. La mayoría de los malagueños no pueden cumplir aquí sus penas. A ver si ahora con la nueva cárcel, Málaga II, pues se culmina ese objetivo.-
¿Qué le pide el interno a su capellán?
-Pues lo mismo que a un voluntario. Nosotros tenemos un voluntariado de unas 70 personas. Es la Pastoral Penitenciaria. Quieren que estemos a su lado, que demos recados a su familia, que les proporcionemos libros o el Nuevo Testamento. Muchos están deseando vernos allí para tener noticias de la calle, y para celebrar los sacramentos. La Eucaristía la celebramos cada 15 días en los módulos. Durante los periodos más señalados, como Navidad o Semana Santa y la Merced, lo hacemos en el salón de actos. También cuidamos un poco más las catequesis en Adviento y Cuaresma. Pero vamos, lo que nos piden sobre todo es que estemos cerca y también algunos favores, y proporcionarles algunos asuntos que no pueden tramitar los asistentes sociales. Es una labor humanitaria, pero nuestra función fundamental es evangelizadora.-
¿Cómo viven el día a día los reos?
¿Cómo pasan sus primeras horas entre rejas?
¿Cuál es su experiencia?
- El primer choque, al estar entre muros, es difícil. Cuando ya lo superan y tienen amigos se acoplan, lo viven mucho mejor. Otros lo pasan peor, sobre todo en esta cárcel que está masificada. No hay trabajos para todos. Existen cursos o pueden decidir acudir a la escuela e, incluso, a los talleres planificados. Algunos presos están allí jugando todo el día al parchís, a las cartas, y eso es una auténtica pena. Una persona se merece mucho más. Los voluntarios también ayudamos mucho en colaborar en los cursos, a través de talleres, dando clases a los de Secundaria, que no tienen maestros, al igual que ocurre con los que estudian en la Universidad. Les aclaramos dudas. En fin, abarcamos muchos campos.-
¿Es una utopía la reinserción del preso en la sociedad?-
No, no lo es. Existe, pero la sociedad debe poner más medios. Es muy importante la prevención. Yo no colaboro directamente en esa tarea, pero hay un grupo formado con el director del Secretariado Católico de Prisiones, José Antonio Fernández, y otros voluntarios y ex presos, que dan su testimonio y van por los colegios intentando prevenir la entrada en prisión y la caída en la droga. La sociedad debe poner más medios. Faltan trabajos y orientación para los que están fuera. Si eso ocurre, los que están dentro pues siempre llevan ese sambenito. Salen de la sociedad, vuelven después a ella, la sociedad debe preocuparse de la vida de quienes han estado en la cárcel. La prisión es un paréntesis en la vida de cada uno, excepto para los más habituales, aquellos que están enganchados a la droga. Ahí debe haber más coordinación entre los centros, las parroquias y las asociaciones. Hay que colaborar mucho en este sentido. Estas organizaciones deben aportar trabajo a los que salen en tercer grado. Hay que buscar medidas alternativas a la cárcel, en un proyecto en el que colaboren todos. Nosotros hemos fundado ahora en Antequera una asociación Pro Libertad para acoger a inmigrantes y a presos de tercer grado o en permiso. En cualquier caso, mientras la sociedad no se implique en la reinserción ésta no será posible.-La red asistencial de la Iglesia es muy importante para los que han pasado por la cárcel...- Sí, en Málaga esa red es muy importante. Tenemos la casa de acogida, que ahora lleva Cáritas. Y hay hogares y residencias. Hay que buscar alternativas a la cárcel para potenciar la reinserción.-
¿Ha cambiado el perfil del preso en una década?-
No mucho la verdad. Hombre, hay delitos nuevos, por ejemplo ahora están la violencia de género y la pederastia. Con estos ilícitos ha aumentado la población de la cárcel. También están los delitos de guante blanco. El que prevalece es el delito que comete el drogadicto, que no es más que un enfermo. Hay que ayudarlo. Pero claro, si la sociedad no busca nuevos medios, nuevas alternativas, y potencia más los centros de rehabilitación, poco se puede hacer. Aunque deberían construir más cárceles, deben hacer al mismo tiempo centros. Habría que propiciar acuerdos entre la Justicia e Instituciones Penitenciarias para que estos internos reciban la ayuda adecuada. Faltan medios materiales y humanos.-
¿Cómo se relaciona usted con las comunidades no católicas?
- Nos llevamos bien sobre todo con los evangélicos. Los testigos de Jehová van más al tú a tú. También nos relacionamos con algún imán. Pero los evangélicos llevan nuestro mismo ritmo. Fuera de prisión se está trabajando mucho por el ecumenismo, por hacer biblias ecuménicas, de las sociedades bíblicas. Ése es el Nuevo Testamento que les facilitamos, de forma que cuenten con una misma traducción. Muchas veces van a las charlas con los evangélicos y luego se quedan en nuestras misas. No hay problema. Debería haber más colaboración. Un organismo interreligioso que coordine todo eso. Después de tantos años del Concilio Vaticano II, tanto fuera como dentro de la prisión existe más colaboración, pero sólo esporádica o puntual. Aunque nadie lo coordine. Habría que evitar esos enfrentamientos entre religiones. Todos somos humanos y tenemos los mismos derechos. Y a nivel religioso pues igual: queremos libertad de credo. La cárcel podría ser un instrumento muy bueno para hacer este experimento de convivencia.-
¿Es importante el papel de la familia del preso en su vuelta al seno de la sociedad civil?
-La familia es fundamental. El preso se arrepiente sobre todo por su familia, por el mal que les ha hecho. En muchas situaciones, la familia no les acoge, sobre todo si el preso ha abusado mucho de ella. Pero vamos, ahí también trabajamos mucho nosotros a través de la mediación.-
¿Hay presos más difíciles que otros de reinsertar?-
Los violadores reciben tratamiento, pero su rehabilitación es muy difícil. Y también es complicado para los enfermos mentales. Sólo hay dos cárceles apropiadas para ellos en España. Las cárceles están llenas de enfermos mentales.-
¿Cómo conviven esos internos con su enfermedad entre los muros de una prisión?
-Es muy difícil, sobre todo para los mentales. La llevan lo mejor posible. Pero una terapia buena entre rejas es complicada. Habría que hacer más centros especializados en el tratamiento de estas dolencias mentales.
La Opinión de Málaga, 1 de diciembre de 2008