jueves, 20 de noviembre de 2008

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Jesucristo, Rey del Universo


23 de noviembre de 2008



EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 31-46


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Palabra del Señor


COMENTARIO

Hoy las lecturas ponen ante nuestra mirada la figura de un rey-pastor que se desvive por su rebaño, que muere por él, para que tenga vida, y que conoce a cada una de sus ovejas. Así Jesús se nos presenta hoy en el Evangelio como el rey y juez, que, como el pastor que separa las ovejas de los cabritos, en su venida al final de los tiempos juzgara a todos según el amor que cada uno ha mostrado con los más pequeños.

Este es un día propicio para preguntarnos sobre el juicio final y sobre todo de cómo mira Dios nuestra vida. Es esta una pregunta lógica al final del año litúrgico y que el texto evangélico sobre el juicio final aclara. ¿Tendrá Dios un ordenador con una multitud de datos personales almacenados? ¿Organizará un lento proceso considerando y contabilizando pros y contras?...Nada de eso nos dice Jesús. La decisión nos desconcertará por lo breve, rápida y sencilla: “Tuve hambre y me diste de comer: pasa adelante”. Es decir nuestra vida depende de Mt. 25,40: “Cada vez que hiciste el bien con un hermano mío de esos más humildes, lo hiciste conmigo”.

Sólo por los caminos del servicio y la fraternidad se encuentra a Cristo Rey. Su reino no es mundo de gente que ayudar y de gentes que ayudan. Cada vez que servimos y amamos a alguien, escogemos a Jesús por rey. ¡Rey servidor! Rey de rodillas para lavar los pies a sus amigos. Rey roto y distribuido como el pan que se come. Rey coronado de espinas. Rey que vence a la muerte. ¡Rey de la vida!

Jesucristo se manifiesta como el rey universal que, rodeado de gloria, enfrenta a cada uno con las actitudes que conforman su vida. Jesucristo se manifiesta también encarnado en cada ser humano que sufre necesidad. Como a los cristianos a los que el evangelista se dirige, la Palabra de dios nos invita a salir de nuestros letargos mirando al futuro, en el horizonte del juicio, y viviendo el presente, comprometido con los hermanos más pequeños de Jesús.


PONME EN PIE

Yo sé que me quieres, Señor.
Endereza mis espaldas dobladas
como lo hiciste con la mujer encorvada.
Levántame, sostenme,
y dame coraje para levantar a otros.
Envíame tu Espíritu,
que tú fuerza salvadora
haga saltar en mí la fiesta.
Sólo así podré construir,
con mis hermanos y hermanas,
una comunidad nueva y salvadora.

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